“El aporte de la mujer es fundamental para una Iglesia que quiere renovarse”

Entrevista a la Hermana Rosmery Castañeda Montoya, OP, quien participó en los trabajos del Sínodo sobre la Sinodalidad.

“Dominicanes in synodi coetu de synodalitate”

“El aporte de la mujer es fundamental para una Iglesia que quiere renovarse en contacto con sus orígenes”, recalca la Hermana Rosmery Castañeda Montoya, OP, quien participó en los trabajos del Sínodo sobre la Sinodalidad, en la siguiente entrevista concedida a los medios de Ordo Praedicatorum, en la que recuerda el papel de las mujeres en la animación de las primeras comunidades, que “con dolor constatamos que pertenece a tiempos idos”, y señala que “todavía hoy muchos no quieren renunciar al papel secundario o terciario que se les ha adjudicado a las mujeres como seres de segunda o tercera categoría”.

1 – Háblenos de su experiencia personal en el Sínodo.

Agradezco a Dios que me ha permitido vivir esta experiencia eclesial y a ustedes que conmigo desean conocer y celebrar lo que nuestra Iglesia está viviendo en este caminar sinodal desde el año 2021. Han sido tres años de andadura en docilidad al soplo del Espíritu para recuperar en la Iglesia la originalidad apostólica. No son actividades, no son encuentros pasajeros, que podían convertirse en meras entrevistas para llenar encuestas. No. Lo que hemos vivido nos muestra que este camino tiene su ruta muy bien trazada, pero la deja abierta. Y así debe ser: unos entran en el camino sinodal después de haberse puesto en contacto con las nuevas propuestas, otros ven de lejos pero van poco a poco despertando el deseo de una pastoral que facilite el encuentro, la escucha, la conversación y la búsqueda de lo que el Espíritu dice a las iglesias y unos terceros saben que el proceso está guiado por el soplo del Espíritu pero aún no se deciden a comprometerse, aunque estoy segura de que lo irán  haciendo, a medida que vean al pueblo de Dios entusiasmado y comprometido porque tiene “rostro”, porque ha sido escuchado y, gracias a su participación como pueblo de Bautizados, aporta la novedad que la Iglesia necesita. La experiencia en la Primera XVI Asamblea Sinodal de octubre 2023 fue un abrir “nuestra tienda interior”, donde llevábamos las voces de los hijos de Dios a quienes amamos y servimos. Y allí, en las mesas redondas que tanto han impactado a los mismos sinodales y a los que nos han seguido paso a paso a través de los distintos medios de comunicación, se vivió el método de la conversación en el Espíritu, la cual facilitó el diálogo, la reflexión y la búsqueda de consensos para darle nuevo rostro a la Iglesia con identidad universal y ecuménica, donde los pobres y las mujeres tienen su palabra, los laicos puedan expresar los carismas recibidos y la vida consagrada sea valorada por la profecía que reconfigura el rostro de la Iglesia materna. El ambiente fraterno nos llevó a ser amigos y hermanos. Hablábamos de igual a igual, teníamos puntos comunes; deseos de profundizar en la iniciación cristiana, base de la identidad bautismal, de impulsar la pastoral de comunión, de llegar a los más alejados con una misión sin fronteras. Cardenales, obispos, sacerdotes, laicos, mujeres y religiosas experimentábamos que la palabra iba tejiendo la fraternidad. La Palabra de Dios y la Celebración Litúrgica dieron vida evangélica a un proceso que podía quedarse en discusiones bizantinas que no llegan a ninguna parte. La presencia del Papa Francisco durante todo el tiempo de la Asamblea me impactó profundamente porque no fue solamente el orientador del proceso, sino el testigo de una fe inconmovible en la Iglesia, a la cual ama y a la que ha entregado su vida; su actitud de escucha a todos, todos, todos, como él mismo repite, su cercanía, su calidez humana, su  atención a la palabra del otro, su deseo manifiesto de defender la comunión por encima de toda polarización o divergencia, su serenidad para resolver los conflictos que se presentaban, su humildad para dejarse cuestionar, hacen de él, sin duda, el Papa que la Iglesia esperaba y necesita hoy.

2 – ¿Cuál es el aporte que puede dar la mujer a la misión de la Iglesia universal?

El aporte de la mujer es fundamental para una Iglesia que quiere renovarse en contacto con sus orígenes. Todos conocemos el papel de las mujeres en la animación de las primeras comunidades y con dolor constatamos que pertenece a tiempos idos. ¿En qué momento crucial de la Iglesia se perdió su protagonismo? Y ¡cuánta falta nos ha hecho! Todavía hoy muchos no quieren renunciar al papel secundario o terciario que se les ha adjudicado a las mujeres como seres de segunda o tercera categoría. La mujer en la Iglesia ha enriquecido desde los primeros siglos a las comunidades de fe. Su liderazgo es de entrega, jamás mide el esfuerzo ni el tiempo. El suyo es un liderazgo que forma en el crecimiento humano y cristiano sólo por la gracia de ser mujer. ¿Quién puede negar que la mujer acunó la iglesia? Ella sabe custodiar la vida, cuidar con ternura, curar con gestos de misericordia cuando ve las heridas causadas por la violencia y la guerra. No teme correr riesgos cuando se trata de crear la novedad, aunque vaya contracorriente.

3 – En su concepto, ¿cómo se vincula el tema de la sinodalidad con el carisma de la Orden?

El Carisma de la Orden, del cual nos hemos nutrido espiritualmente por más de ochocientos años, ha sido la relación vital con la Palabra: contemplarla y entregar el fruto de la contemplación. Entonces, fácil es encontrar la relación del Carisma con la sinodalidad. La sinodalidad que persigue la Iglesia hoy, se nutre de la Palabra para sustentar con la fuerza del Espíritu la Comunión como encuentro fraterno de todos, la Participación como palabra que genera vida y la Misión que rompe esquemas y amplía los horizontes. La evangelización de América Latina y el Caribe da cuenta del ardor misionero de los primeros frailes que llegaron a desestabilizar el exclusivismo de una sociedad de blancos, el horror de la encomienda, a desmitificar un cristianismo en connivencia con la muerte, por el sólo poder de la Palabra (recordemos a Fray Antón de Montesinos, OP, Fray Bartolomé de las Casas, OP, Fray Juan de Zumárraga, OP, Fray Pedro de Córdoba, OP, y otros que bien conocen ustedes) Preclaros visionarios de la defensa por la justicia y la paz. Hicieron del indio desconocido su hermano a quien humanizar y defender. ¿Cómo no afirmar que estos hechos vividos por la Orden fueron un camino sinodal?, aunque no se conociera esta palabra. Todo esfuerzo de la Orden por centrar la misión en su Carisma Original será aporte valioso a la Iglesia sinodal que requiere la participación y el compromiso de todos, valorando y respetando el Carisma de cada familia religiosa. Las Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación vamos hacia el 56º Capítulo General que busca situarse en la Iglesia con Rostro sinodal a partir de nuestras pobrezas y vulnerabilidades, para “juntas transformar nuestra vida y misión” como respuesta a la Iglesia de hoy.

4 – ¿Cómo puede contribuir una dominica a la construcción de la paz en el mundo?

Todos sabemos que el mundo de hoy está fracturado y tiene hondas heridas que necesitan ser sanadas. Como dominicas, no preténdenos acabar con la guerra ni con la violencia generalizada, pero si cada una de nosotras, según el Carisma fundacional, es presencia viva del Evangelio de la misericordia ilustrado en la parábola del buen samaritano, no podemos dar rodeos para evitar ver al herido y no comprometernos. El gesto de nuestra cercanía al sufriente nos dictará acciones concretas en su favor; tal vez sea hora de la audacia misionera para abrir nuestros conventos y hacer de ellos casas de misericordia, tienda abierta para acoger las victimas sobrevivientes de la violencia, posadas que refugian y arropan la angustia y soledad del migrante. Nuestra presencia en la Región de Urabá (Colombia), camino hacia Panamá transitando con horror el famoso Tapón del Darién, se inició construyendo casas para víctimas de la violencia en la zona bananera, luego vinieron los albergues para los hijos de las viudas y hoy una humilde presencia entre los migrantes que se compromete con la escucha, el acompañamiento, la orientación y también algo de alimento según nuestras posibilidades; tal vez sea también la hora de embarcarnos en las ambulancias que impulsaron a nuestras primeras hermanas a una creatividad sin límites para socorrer a los que iban quedando heridos en el camino. Y no sé, tal vez habría que empezar por desarmar nuestros corazones, de tal manera que no se lesione la fraternidad, fundamento de nuestra consagración. Un día nuestra Madre fundadora Marie Poussepin, OP, salió de su empresa en Dourdan, Francia, para acoger en su corazón las pobrezas de los enfermos y los huérfanos de Sainville, sobrantes de las guerras de la Fronda. Ella es nuestra inspiración con rostro de Evangelio.

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La hermana Rosmery Castañeda Montoya, OP, religiosa dominica colombiana de las Hermanas de la Caridad Dominica de la Presentación, fue seleccionada por el Papa Francisco para participar en el Sínodo sobre la Sinodalidad. Fue la única mujer de la Orden de Predicadores que asistió a esta XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, titulada “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, que se celebró en Roma del 4 al 29 de octubre. La hermana Rosmery es teóloga, magister en Teología y Biblia. Profesora titular en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín (Colombia) y en el Seminario Mayor de la misma ciudad,  desde 2015 realiza su misión en la Arquidiócesis  de Panamá como Directora del Departamento de Formación Cristiana, con el Instituto de Teología Pastoral (Formación para los Diáconos permanentes, Catequistas, agentes de pastoral y laicos). Dirige la Escuela de Pastoral Bíblica, es profesora de Nuevo Testamento en el Seminario Mayor San José. Pertenece a la Comisión Teológica de la Conferencia Episcopal de Panamá.

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