La actualidad de Santo Tomás para afrontar los desafíos teológicos de hoy

Fr. Thomas Joseph White, Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum) de Roma

Entrevista a Fr. Thomas Joseph White, Maestro en Sagrada Teología (Magister in Sacra Theologia)

“Santo Tomás de Aquino y la tradición tomista son realmente útiles para afrontar los desafíos cruciales de la teología hoy”, recalca Fr. Thomas Joseph White, Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum) de Roma, quien recibió el grado de Maestro en Sagrada Teología[1] de la Orden de Predicadores en 2023, en la siguiente entrevista concedida a los medios de Ordo Praedicatorum:

Magister in Sacra Theologia

  1. ¿Qué significa para usted haber recibido el grado de Maestro en Sagrada Teología del Maestro de la Orden?

Según tengo entendido, el grado de Maestro en Sagrada Teología –Magister in Sacra Theologia-fue creado en 1303 por el Papa Benedicto XI, y tiene una larga y compleja historia en la Orden de Predicadores, a la que han contribuido muchas grandes figuras. Parece útil reconocer este linaje, que puede suscitar un sentido de promesa y esperanza para la vida colectiva de la Orden. De acuerdo con las constituciones actuales, el grado de Maestro en Sagrada Teología se confiere a los frailes para señalar la importancia del compromiso de la Orden Dominicana en el ámbito académico de la teología, la filosofía y las disciplinas relacionadas, especialmente cuando este trabajo hace una contribución a la misión más amplia de la Iglesia Católica y al bien común de la comunidad académica. Tal vez, en este sentido, he hecho una modesta contribución pública a las discusiones académicas en cristología y teología trinitaria, principalmente en el mundo de habla inglesa. Cuando pienso en los muchos grandes teólogos y filósofos que recibieron este honor antes que yo, siento que en mi caso es inmerecido, y estoy muy agradecido al Maestro, a su Consejo y a los miembros de mi Provincia. Considero el grado de Maestro en Sagrada Teología como una llamada personal (en la que fracasaría sin la ayuda de Dios) a un mayor amor y conocimiento de Dios y a un servicio fraterno más constante y ferviente a los demás. 

2. Como Maestro en Sagrada Teología y tomista, en su opinión, ¿cuál sería la propuesta teológica actual de la Orden a la Iglesia y al mundo?

Felizmente, la Orden tiene una variedad de propuestas para hacer, que están vivas en los estudios bíblicos y patrísticos, en el análisis de las tradiciones medievales, en la teología sistemática moderna, en la historia de la Iglesia, en el derecho canónico y en la filosofía, tanto “perenne” como contemporánea. La vida intelectual de la Orden es una polifonía, no una monotonía. Al mismo tiempo, podemos decir con seguridad, basándonos tanto en la historia como en el enfoque constitucional de la Orden, así como en la continua insistencia del magisterio, que el estudio de Santo Tomás y la promoción de la filosofía y la teología tomistas tienen un papel central (pero nunca exclusivo) en la Orden Dominicana. Esto es indiscutible.

Además, yo diría que la teología en la Iglesia hoy debe afrontar tres desafíos cruciales. En primer lugar, la ausencia de referencias suficientes a los monumentos históricos de la teología, incluido el conocimiento de las Escrituras, la evolución patrística y el desarrollo de las enseñanzas dogmáticas. Hay una amnesia histórica y una ausencia de verdadero aprendizaje histórico que afecta a los católicos de todas las tendencias, ya sean los más “progresistas” o los más “tradicionalistas”. En segundo lugar, hace falta un compromiso suficiente con la reflexión filosófica rigurosa, incluyendo la metafísica y la antropología filosófica, así como el estudio de la naturaleza. No podemos dirigirnos a nuestros contemporáneos secularizados si no estamos en capacidad de hablar de las ciencias modernas o de lo que es la persona humana, dentro de la teología, desde un punto de vista filosófico coherente y profundo. Esto vale también para el discurso sobre Dios: la filosofía es necesaria. En tercer lugar, en la Iglesia de hoy se descuida una teología contemporánea debidamente sistemática. Una cosa es estudiar las tendencias y decisiones históricas en teología y otra examinar sistemáticamente la teología a la luz de nuevas cuestiones, como el significado de la creación en relación con las ciencias modernas, o la naturaleza del alma humana frente a la inteligencia artificial, o el motivo por el cual la fe en la Trinidad es importante en un mundo religiosamente pluralista, donde tanto los apologistas islámicos como los secularistas postcristianos cuestionan la racionalidad de las creencias del Nuevo Testamento.

Santo Tomás de Aquino y la tradición tomista son realmente útiles en estos tres aspectos. Santo Tomás recuerda los monumentos de la tradición precedente, de las Escrituras y de los Padres, hace referencia a los Concilios y se compromete responsablemente con las fuentes precedentes. Analiza sistemáticamente las posiciones filosóficas, empleando el razonamiento natural en sus propios términos, incluso dentro de la teología, y afronta con valentía las nuevas cuestiones del mundo contemporáneo. La tradición que le sigue nos muestra modelos de ello a lo largo de los siglos, encarnados sobre todo en ejemplos extremadamente dinámicos como el de Tomás de Vio Cayetano o Francisco de Vitoria.

3. ¿Cómo se está promoviendo el estudio de la tradición tomista en el corazón de la Iglesia?

En los estudios tomistas actuales se están verificando fundamentalmente dos cosas. En primer lugar, está la investigación histórica sobre Santo Tomás, que es cada vez más profundizada, representada por grandes figuras como Etienne Gilson, Marie-Dominique Chenu y Jean-Pierre Torrell. Hoy en día este estudio se está ampliando, considerando con mayor profundidad las fuentes históricas de Santo Tomás, tanto patrísticas como filosóficas, incluidas las fuentes árabes, y concentrándose de una nueva manera en sus comentarios bíblicos. Además, este movimiento intelectual de éxito académico está recuperando ahora el sentido histórico de los comentaristas famosos de la tradición tomista, como los que acabo de mencionar, mostrando cómo desarrollaron las ideas de Santo Tomás en diálogo con otras escuelas de pensamiento (franciscana o jesuita) o con los desafíos posteriores de la cultura histórica (el desafío de la teología protestante, las misiones en las Américas, el auge de la Ilustración). En este punto podemos constatar que en la vida académica moderna se ha producido con éxito algo positivo en relación con Santo Tomás que no encontramos en casi ninguna otra gran figura medieval o antigua, a excepción quizá de Aristóteles y Agustín. Es una buena noticia, pero no una razón para ignorar a otras figuras importantes como Alberto Magno y Buenaventura, Escoto y Ockham, que requieren mayor atención.

Lo otro que está ocurriendo es el auge de lo que podríamos llamar un tomismo contemporáneo, influido por los principios de Santo Tomás, es decir, por sus posiciones doctrinales en filosofía y teología. Por supuesto, figuras como Jacques Maritain y Charles Journet son precedentes simbólicos de esta tendencia moderna, pero hubo un eclipse de interés por Santo Tomás después de la segunda mitad del siglo XX en muchas regiones de la Iglesia. Hoy esto está cambiando de diversas maneras. Lo vemos, en primer lugar, en el llamado “tomismo analítico” en el mundo anglosajón (Alasdair MacIntyre, John Haldane, Eleonore Stump), que ahora se está extendiendo al continente europeo (Roger Pouivet, Giovanni Ventimiglia). También encontramos esta tendencia contemporánea en lo que a veces se denomina tomismo “ressourcement”, que es un movimiento teológico que ha surgido sobre todo en Francia y Estados Unidos. Figuras como Gilles Emery, Serge-Thomas Bonino y Matthew Levering han sido muy influyentes en este sentido. Su trabajo, junto con el de otros, ha dado impulso a una gran cantidad de publicaciones contemporáneas y tesis doctorales en teología relacionadas con los enfoques tomistas de los principales temas de la dogmática católica. En consecuencia, vemos nuevos escritos tomistas sobre la teología de la Iglesia, los sacramentos, la gracia y la acción humana, así como sobre la Trinidad y la cristología.

4. En su opinión, ¿cuál es la contribución más significativa de Santo Tomás a la teología cristiana?

Algunas personas consideran a Santo Tomás como una fuente de inspiración, sobre todo como ejemplo de vida intelectual al servicio de la fe. Él presta atención a las fuentes, se toma en serio las contraposiciones, da buenos argumentos, trata de establecer algunos principios y los explica de forma razonable y sistemática.

Estoy de acuerdo con todo ello. Sin embargo, la afirmación de que Santo Tomás es una especie de doctor communis para la Iglesia, mucho más allá de la Orden Dominicana, parece significar algo más. Me refiero, por ejemplo, a su enseñanza sobre la naturaleza de la realidad. Aquí se puede pensar ciertamente en sus principios metafísicos, incluido el análisis ontológico de la naturaleza y la famosa distinción entre esencia y existencia, que permiten una comprensión más profunda de la estructura de la naturaleza y de la creación. Es notable su antropología teológica, bien representada por la Summa theologiae II-II. Su visión hilemórfica del animal racional y su análisis de las acciones humanas son muy profundos. Pero Santo Tomás es también un estudioso penetrante y perspicaz del misterio de la Santísima Trinidad y de la encarnación, de la vida de Cristo y de su muerte y resurrección expiatorias, así como de los sacramentos. No sería exagerado decir que leyendo sus consideraciones se llega a comprender mejor toda la tradición católica, incluidos los decretos magisteriales y las profesiones de fe (credos). Esto no significa que la teología termine con Santo Tomás, pero sí sugiere que él proporciona un análisis lingüístico, dogmático y sintético común de la fe católica que concuerda con el realismo filosófico y el sentido común, y que a su vez puede tender puentes hacia otras disciplinas teóricas y ciencias prácticas.

5. ¿Las situaciones éticas contemporáneas necesitan el aporte de la ética tomista?

Básicamente, no tengo nada original que decir sobre este punto. Estoy convencido de los argumentos de Anscombe, MacIntyre y Pinckaers de que la ética moderna ha entrado en un callejón sin salida de deontología (Kant/Rawls/liberalismo) y utilitarismo (Hume, Dewey). No hay forma de salir de este callejón sin salida sin volver a una auténtica ética de la virtud, heredada de Aristóteles, Cicerón, San Agustín y Santo Tomás. Además, hay una antropología más profunda que acompaña a la ética de la virtud, que entiende a la persona humana como un animal racional, un compuesto hilemórfico de cuerpo orgánico y alma espiritual. Este concepto, que no es reductivo, pero tampoco dualista, es compatible con las ciencias evolutivas modernas, pero también entiende a la persona humana en términos de motivaciones racionales y amores volitivos libres. Y se orienta hacia una ética de la felicidad, más que hacia una ética del deber o de la mera utilidad y del placer.

En teología moral, podemos ver cómo la ausencia de este tipo de análisis ha conducido a una incapacidad del pensamiento católico para comprender y asumir la responsabilidad de la enseñanza moral y política del magisterio católico desde hace mucho tiempo. Se cae inevitablemente en un positivismo legalista (rígidamente estricto o libertino), que es de hecho una casuística sin fundamentos antropológicos, o se abandona la tradición por una nueva antropología de la autorrealización, en la que la sinceridad y la autenticidad del yo es lo que realmente cuenta (ética de la “opción fundamental”) o en la que la ética es sobre todo un ejercicio terapéutico de autodescubrimiento, y donde las normas morales pueden renegociarse continuamente apelando a la psicología personal y a las tendencias sociológicas.

En todos estos modelos hay ausencia de una comprensión más profunda de la naturaleza humana, de las inclinaciones humanas y de la felicidad alcanzada a través de la búsqueda racional de la excelencia moral, o virtud. Las actuales controversias sobre la recepción e interpretación de Veritatis Splendor y el Catecismo de la Iglesia Católica de 1992 están íntimamente ligadas a esta historia de confusión en la filosofía ética y la teología moral.

Otra cosa que hay que tener presente es que, fundamentalmente, todo el corpus de la doctrina social moderna de la Iglesia, sobre la vida política, el bien común, la dignidad y los derechos humanos, los diversos bienes que componen la sociedad, el significado de la moral y la legislación, la familia y la libertad religiosa, se deriva más o menos directamente de la enseñanza de Santo Tomás. Sólo partiendo de su pensamiento se puede empezar a comprender la tradición moderna desarrollada a partir de León XIII. Las aplicaciones de Santo Tomás en este ámbito tienen también la ventaja de permitir una teología moral unitaria e integrada que ve la vida espiritual personal y el comportamiento ético individual como algo inextricablemente ligado a la vida política y al bien común. Tal visión es realista y ayuda a evitar polarizaciones artificiales en la Iglesia y en la vida pública. El Evangelio se refiere a toda la vida y, en consecuencia, la Iglesia nos plantea desafíos en todos los ámbitos. Dios se preocupa por nuestra santidad de vida a través de la oración personal, la fidelidad litúrgica, la castidad, la administración del dinero, la justicia social y la paz, el ecologismo y la preservación de las artes. No podemos aliviar algunos de estos bienes y privilegiar otros exclusivamente. La medida de nuestra vida moral es la persona humana y la comunidad, movida interiormente por la fe, la esperanza y la caridad, orientadas hacia Dios como bien primario.

6. ¿A qué desafíos teológicos nos enfrentamos hoy?

En el norte global seguimos enfrentándonos a los desafíos de la indiferencia religiosa, la creciente secularización, el auge del materialismo/cientismo y una serie de amenazas éticas que surgen del consumo material, la saturación de los medios de comunicación y una nueva bioética de la manipulación de la vida humana. También existe el riesgo de un marco político laico cada vez más intolerante que pretende expulsar las voces religiosas de la cultura pública, incluidas las universidades. ¿Cómo podemos analizar y responder de forma constructiva (y no meramente condenatoria) a estos desafíos culturales? 

Mientras tanto, aunque prestan atención a los desafíos seculares modernos, los teólogos académicos suelen ignorar las culturas crecientes que son mayorías emergentes. La Iglesia católica aún no se ha comprometido seriamente a nivel intelectual en relación con la tradición religiosa islámica, del mismo modo que lo ha hecho, por ejemplo, con el marxismo o el racionalismo de la Ilustración. También existe el desafío real de una comprensión e interpretación más profundas de las tradiciones religiosas hindúes, y de comprometerse con la corriente principal de la cultura china actual, que representa una inmensa oportunidad para la evangelización, pero que también requiere análisis y comprensión. Asimismo, ¿cuál es el futuro del cristianismo africano, que será tan vital para el futuro de la Iglesia católica, y cómo podemos comprender mejor los descubrimientos y las nuevas posibilidades de una teología católica vibrante desde un ámbito africano? 

Al tiempo que se subrayan todas estas cuestiones teológicas relevantes del momento actual, sigue siendo importante recordar lo esencial. Ninguna de estas cuestiones puede ser abordada o reflexionada constructivamente si antes no se posee un conocimiento profundo de la tradición católica: las enseñanzas dogmáticas del magisterio, las fuentes escriturísticas y patrísticas, los discernimientos centrales de las escuelas teológicas y los mejores representantes de la teología dogmática y moral católica moderna. Sin este fundamento previo, que sigue siendo principalmente de origen mediterráneo antiguo y europeo medieval, es casi imposible avanzar en la ciencia de la teología católica. Una teología católica global debe tener en cuenta estos dos polos de influencia, de manera realista.

7. ¿Le gustaría agregar algo?

Si el lector ha llegado hasta aquí, puedo agradecerle por su paciencia. Estoy muy agradecido a la Orden de Predicadores por el honor de servir como sacerdote católico que busca recibir las enseñanzas de las tradiciones de Santo Domingo, Santo Tomás de Aquino y Santa Catalina de Siena. La gratitud es la acción apropiada para una persona que ha recibido la gracia. La insistencia teológica dominicana en la primacía de la gracia en toda buena acción humana ordenada hacia Dios me parece verdadera, tanto teóricamente como en mi propio sentido de dependencia de Dios.


Fr. Thomas Joseph White es el Rector Magnífico de la Pontificia Universidad de Santo Tomás (Angelicum) de Roma. Originario del sureste de Georgia (EE.UU.), fray Thomas estudió en la Universidad de Brown, donde se convirtió al catolicismo. Realizó sus estudios de doctorado en Teología en la Universidad de Oxford. Recibió el grado de Maestro en Sagrada Teología de la Orden Dominicana en 2023 y el título de Doctor en Letras Humanas, honoris causa, de la Catholic University of America en 2022. Es autor de varios libros y artículos, entre ellos Wisdom in the Face of Modernity: A Study in Thomistic Natural Theology (Sapientia Press, 2011), The Incarnate Lord, A Thomistic Study in Christology (The Catholic University of America Press, 2015) Exodus (Brazos Press, 2016), The Light of Christ: Una introducción al catolicismo (Catholic University Press, 2017), La Trinidad: Sobre la naturaleza y el misterio del Dios único (Catholic University Press, 2022), y Principios de teología católica. Libro 1: Sobre la naturaleza de la teología (The Catholic University of America Press, 2023). Es coeditor de la revista Nova et Vetera, Distinguished Scholar de la Fundación McDonald Agape y miembro de la Academia Pontificia de Santo Tomás de Aquino.


[1] Se trata de un título honorífico concedido por el Maestro de la Orden, siguiendo la recomendación del Consejo general conforme a algunos requisitos exigidos para la concesión del mencionado título. El título data de 1303, cuando el Papa de entonces Benedicto XI, dominico, creó este grado para que la Orden de Predicadores pudiera conceder la facultad de enseñar teología. Actualmente es un título honorífico y exclusivamente académico, pero es el reconocimiento más alto de excelencia en las Ciencias sagradas dentro de la Orden de Predicadores.

Left / Button

Datos de Contacto

 Piazza Pietro d'Illiria, 1 | 00153 Roma | Italy

 info@curia.op.org

 +39.06.579401

Red social

Right / Button