Este año jubilar con motivo del octavo centenario de la muerte de santo Domingo es una gracia para todos nosotros. La santidad siempre ayuda a la santidad. Agradezco a toda la familia dominicana, al Maestro de la Orden de los Frailes Predicadores, que ha querido compartir esta alegría con la Iglesia y, en particular, con la Iglesia y la ciudad de Bolonia. El Padre Domingo misteriosamente y vuestra presencia a lo largo de los siglos han sembrado ampliamente la semilla del Verbo, dando frutos de fe, caridad, inteligencia y devoción. Gracias.

El Jubileo es un momento oportuno de alegría y renovación. Cambiamos dando gracias y recomponiendo los dones que tenemos y somos para los demás. Es un año entero, porque el jubileo no es, como lo induce la distorsión del hombre digital, una rápida sucesión de encuentros, sino sobre todo un itinerario espiritual. Y esto tiene sus tiempos. Un jubileo nos ayuda a redescubrir lo que el ángel de la Iglesia de Éfeso define como «el amor de antaño», «el primer amor», para escapar de la amarga constatación del viejo Nicodemo y de una tibieza insidiosa. De hecho, no sentir emociones o diluirlas todas puede hacernos creer que somos equilibrados y garantizarnos la paz mental, pero eso significaría simplemente que no tenemos ni frío ni calor, como sucede cuando creemos que somos ricos y que no necesitamos nada. Santo Domingo nos ayuda a sentir el frío de un mundo marcado por tantas pandemias y el calor de la Pasión para que el amor de Cristo llegue al corazón de muchos, los encienda e ilumine.

Nos ayuda la imagen en movimiento de la Mascarella, que se ha elegido como icono de este Jubileo y que nos remite a la primera generación de frailes dominicos. Es la representación más antigua de santo Domingo (unos años después de su muerte), pero también es – y esto es típicamente santo Domingo – la representación de toda la comunidad junto con él. El humilde está siempre integrado en una comunión, fruto del Espíritu, que realza nuestro carisma, nos gesta y nos hace ser uno: de esto venimos y a esto llegaremos. En un mundo de soledad y de tanto individualismo, ¡cuánto necesitamos mesas de amistad y de profunda intimidad, no autoservicios eficientes o comedores de empresas anónimas! Los frailes están representados de dos en dos, todos sentados en la mesa rebosante de pan.

Fraternidad y misión, porque la comunidad no es un grupo de autoayuda, no vive para sí misma, sino para poner en práctica y predicar el Evangelio con palabras y gestos. Los frailes están representados juntos, pero no son los mismos, a tal punto que los rostros de los friales tienen rasgos diferentes, como para indicar varios orígenes. Una mesa universal y local, donde hay muchas identidades: todos hermanos, pero no todos idénticos. Somos llamados y enviados simultáneamente, hermanos entre nosotros y hermanos universales, misioneros, pero no mónadas. Esta imagen nos ayudará a contemplar hoy nuestras mesas, a descubrir con nuestros propios rasgos el carisma que produce tantos frutos y a optar por preparar muchas mesas donde vivir el sacramento del amor mutuo, la fiesta del servicio humilde que nos protege de toda arrogancia, de una idea demasiado elevada de sí mismo que se sirve de los demás y no nos hace servir al otro. Y la Portezuela que abrimos, pequeña, porque humilde, es grande en caridad hacia los pobres, en la continuación práctica de esta mesa de comunión.

Santo Domingo nos enseña a ponernos el vestido de fiesta, porque esa mesa es alegría, plenitud. “Acogió a todos los hombres en el gran seno de la caridad y, porque amaba a todos, todos lo amaban. Había hecho una ley personal para alegrarse con la gente” “Sin dificultad, apenas lo conocían, todos lo amaban”. “Su figura brillaba con un resplandor dulce y amable, no por ello era menos respetado, al contrario, se ganaba fácilmente el corazón de todos, y bastaba con mirarlo para sentirse atraído hacia él. Ya sea que viajara con sus compañeros o en la casa de alguien, ya fuera con poderosos, príncipes o prelados, dondequiera que estuviera abundaban los discursos y ejemplos que inducían a las almas a despreciar el mundo y a amar a Dios; siempre fue un hombre evangélico de palabra y de obra”. ¡Así es como se pone la mesa y como se sabe disfrutarla y cómo hacerla atractiva!

Santo Domingo nos comunica hoy la pasión de llevar el Evangelio del Señor a todas partes, a todos, a los lejanos, a los pobres, a los estudiantes, a los pequeños y a los inteligentes. Domingo quería que el fuego del amor de Cristo se encendiera en los corazones y las mentes de la gente. Me parece que este es precisamente el kairós que estamos viviendo, es decir, la decisión de la hora que no permite aplazamientos y nos libera de un dilatado e intemporal sentido del tiempo. Es un kairós, tanto como indica insistentemente Papa Francisco, de su magisterio, que empuja a toda la Iglesia a hacerse misionera, cuanto por la pandemia, oportunidad para mostrar la luz en esta «oscuridad que cubre la tierra», en la «espesa niebla que envuelve a los pueblos». En un momento en que estamos tentados a retirarnos por miedo, a reducirnos a minorías – no importa cuán agresivas o inteligentes – se nos insta en cambio a tejer relaciones con todos para comunicar la verdad, que es Cristo. Santo Domingo predicó el Evangelio haciéndolo atractivo y comprensible, no emitiendo condenas, como suele ocurrir en las gradas siempre populosas de los profetas de perdición, los que no aprenden de la historia y saben ver sólo enemigos, ruinas y problemas y no oportunidades, desafíos, enormes campos ya florecientes. «Ármate con la oración, no con la espada. Vístete con humildad, no de manera lujosa», recomendó santo Domingo.

Llegó y habitó los lugares cruciales donde se levaba a cabo la investigación intelectual y teológica, donde muchos se reunían, porque eran centros de diálogo, de investigación, como la universidad. Nos insta a ir allí de nuevo, a comprender lo que son hoy, a no excluirnos con barreras y protecciones, a no pensar en guardar la verdad construyendo ciudadelas defendidas por muros de miedo y de ignorancia, defendiendo un tesoro que, desencarnado, pierde su valor, conservando una levadura que resulta inútil porque no se difunde en la masa, una sal que se vuelve polvo porque no se disuelve para dar sabor a todo lo demás.

Este año jubilar comienza apropiadamente en la fiesta de la Epifanía de Jesús, cual presencia luminosa y fuerte para ser reconocida y comunicada, fiesta considerada en la Orden como la fiesta de los predicadores. La Epifanía es la escena colocada en el centro de la predela del altar de la tumba de Santo Domingo, así como en el centro de la Basílica, en el retablo del altar mayor. Nos unimos a los muchos buscadores del cielo, los hombres de ciencia e investigación de todos los orígenes, porque no tenemos fronteras y hablamos ese idioma que resulta ser el más familiar para cualquiera que escuche. ¡Cuántos «peregrinos del cielo» hay que saber reconocer! ¡Cuántos «náufragos siempre en este infinito» que acompañar! Santo Domingo muestra a los Reyes Magos como un ejemplo de humildad, porque se ponen en camino, adoran y nos enseñan a hacerlo, no se comprometen con Herodes, es decir, con la lógica omnipresente y cautivadora del mundo, esclavizados por los poderes y pensamientos que vacían las conciencias y gobiernan a las personas.

Que esta atractiva luz, que hace palpitar nuestros corazones, acompañe este año de jubileo. Tal luz se refleja en santo Domingo, hombre humilde que nunca deja de brillar, estrella que nos ayuda a encontrar nuestro camino en la noche y lleva a la luz a los que vienen de lejos, los tantos buscadores de la verdad, a Aquel que es el camino, la verdad y la vida.

A todos vosotros y a nosotros Domingo os repite las mismas palabras de su despedida: «Mirad, amados hermanos, la herencia que os dejo como hijos míos: tened caridad, practicad la humildad y haced de la pobreza voluntaria vuestro tesoro». Estos son los tres regalos que nos comprometemos a ofrecer este año, para que santo Domingo nos ayude a preparar mesas de comunión, donde compartir el pan, siempre abundante, de la Palabra, de la Eucaristía, del amor fraterno.

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