La Provincia de San Luis Bertrán forma el primer grupo de fraternidades sacerdotales en América Latina

Desde el mes de febrero del presente año 2021, algunos sacerdotes diocesanos de Colombia y Venezuela, vienen encontrándose cada quince días virtualmente con el fin de proyectarse hacia una fraternidad sacerdotal dominicana. Su interés en el carisma de la Orden de Predicadores ha sido incentivado por su cercanía a los frailes y a las congregaciones dominicas femeninas de la Orden, de las que algunos son capellanes. 

Las cuarentenas en ambos países no han menguado el deseo de estos sacerdotes por conformar su vida y ministerio según el carisma heredado por Santo Domingo de Caleruega. Por el contrario, durante el año, los encuentros virtuales han ayudado al conocimiento entre los sacerdotes y al crecimiento en la formación a partir de dos temas que han concentrado su atención: la naturaleza de la fraternidad sacerdotal a partir de la Sagrada Escritura, los Padres de la Iglesia, el Magisterio y los avances de la Teología actual; y redescubriendo el lugar de los sacerdotes seglares en el carisma de la Orden de Predicadores, un documento de fray Florentino Bolo, OP, Promotor General de las fraternidades sacerdotales de la Orden.

Entre el 21 y el 24 de noviembre, como si se tratara de un parto después de nueve meses de acompañamiento online por parte de fray Raúl Gómez Sánchez, OP, Promotor Provincial, se llevó a cabo el primer encuentro presencial de estos sacerdotes seglares. Éstos son:

P. Jhon Freddy Gutiérrez, pbro. 
P. Albert Johan Casierra, pbro.
P. Johan Araújo, pbro.
P. Jorge A. Montilla, pbro.
P. Mario Raúl Narváez, pbro.
Sr. Jairo Villegas López, diácono permanente 
Sr. Gustavo Soler, estudiante de diaconado permanente

El encuentro se desarrolló en varios lugares dominicanos de la región central de Colombia. Inició en el Convento Santo Domingo de Bogotá, donde se encuentra el estudiantado dominicano, continuó en el convento de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, en donde se encuentra el lienzo de esta advocación, renovado milagrosamente el 26 de diciembre de 1586, y finalizó en la casa San Martín de Porres de Villa de Leyva con los frailes ahí asignados. 

Esta fue una posibilidad para vivir más de cerca lo que a lo largo de todo el año se venía trabajando virtualmente cada quince días. Por tanto, también fue una oportunidad de discernimiento que cada presbítero tuvo para decidir en adelante si la espiritualidad dominicana es el camino que mejor le ayude a desempeñar fielmente su ministerio. 

Por: fr. Raúl Gómez Sánchez, OP

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