Hermanas

En todas las etapas de la historia de la Orden, las mujeres han respondido a la visión de Domingo de numerosos modos. Unas se han reunido en monasterios, otras se han formado en grupos dedicados tanto al rezo como a las actividades sociales. Con el tiempo, algunos de estos grupos permanecieron como laicos, otros se transformaron en institutos seculares, y otros se constituyeron como congregaciones de hermanas de vida apostólica. Éstas, reconocidas como integrantes de la Orden por el Maestro de la Orden, conservan varios grados de independencia y autonomía. Casi todas pertenecen a las Hermanas dominicas Internacionales (DSI), "un movimiento internacional de Hermanas dominicas que procura crear eslabones entre todas las Hermanas dominicas de Vida Apostólica en todo el mundo por el bien de la misión de la Orden".

Si bien Santa Catalina de Siena era una laica, ella también es un modelo para las hermanas dominicas apostólicas. Profundamente consagrada a Cristo, fue invitada por Él a dejar su celda a fin de preocuparse tiernamente por la gente más desheredada de Siena, y trabajar para la paz en Italia y la unidad de la Iglesia. En estos trabajos, ella mantuvo lazos cercanos con hombres y mujeres conocidos como su ‘famiglia’.

Del mismo modo, otras mujeres respondieron a las necesidades de su propio tiempo y se unieron juntas para el rezo, el estudio, la vida común, y el anuncio de la Buena Nueva de la compasión tierna de Dios a través de una variedad de apostolados: la educación; el servicio a la gente que está enferma o quiénes están discapacitados mental o físicamente; la evangelización; sirviendo a la gente que es pobre, a los leprosos, a los presos en libertad, a los niños y a los jóvenes en situación de riesgo.

Hoy, estas mujeres consagradas, todavía responden a esta llamada y trabajan localmente y en los ámbitos de las culturas y límites del mundo para dirigirse a nuevos desafíos y ampliar las visiones históricas de sus numerosas congregaciones. Llevan una vida en común, cooperando unas con otras; respiran la fuerza del rezo personal y de las sentidas celebraciones comunes de la liturgia; estudian con resolución, buscando la verdad en todas las cosas.

Hijas de su tiempo, los dominicas afirman que la diversidad, bienvenida en una actitud de escucha y apertura, es una fuente de enriquecimiento y creatividad, permitiendo ensanchar su perspectiva, entender mejor la realidad, y actuar con un discernimiento más profundo.

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