
Pier Giorgio entró en contacto con la Orden Dominicana en 1918, y luego, con el paso de los años, maduró en él la decisión de entrar en ella como laico en 1922. Se trata, por tanto, de una elección ponderada y ciertamente no improvisada, porque profesar como terciario en una Orden no es como inscribirse en cualquier asociación, sino que requiere un compromiso cristiano fuerte, preciso y consecuente de vida, oración y relaciones.
Pier Giorgio recibió el hábito de manos del Padre A. Arrighini, en el presbiterio de la iglesia de Santo Domingo de Turín. Precisamente ese año se cumplía el VII centenario de la muerte de Santo Domingo. Estuvieron presentes en la ceremonia el Padre Martino Gillet, futuro Maestro de la Orden, el Padre Reginaldo Giuliani, el Padre Enrico Ibertis y los Padres Filippo y Francesco Robotti.
La profesión, en cambio, la hizo ante el Padre Francesco Robotti en la capilla de la Madonna delle Grazie, también en la iglesia de Santo Domingo de Turín. Y comenzó para Pier Giorgio un nuevo camino a imitación de nuestro Padre Santo Domingo y de las otras dos figuras dominicanas que más le fascinaban: Santa Catalina de Siena, de quien leía a menudo el Diálogo sobre la Divina Providencia y la Vida; también inició la lectura sistemática de la “Suma Teológica” de Santo Tomás de Aquino; y Fray Jerónimo Savonarola.
De este último admiraba el fervor, la radicalidad y su no contentarse con medias tintas cuando se puede alcanzar la plenitud de la vida cristiana: las lecturas del De ruina mundi y del Miserere lo entusiasmaron en aquellos tiempos de miseria moral y corrupción política; eran los años de la llegada al poder del fascismo, al que Pier Giorgio se opuso firme y claramente desde el principio.
Del Fraile de Ferrara también tomó su nombre religioso “fray Jerónimo”, con el que también firmó a menudo sus cartas.

Citamos un fragmento de una carta de Pier Giorgio, tomada de la liturgia de las Horas del Oficio del Beato y dirigida a su amigo Antonio Villani, fechada el 31 de agosto de 1923:
“Me gustaría mucho que tomaras el nombre de Fray Jerónimo, no porque sea el nombre que tengo como hijo de Santo Domingo; sino porque me recuerda a una figura querida para mí y ciertamente también para ti, que, como yo, tienes los mismos sentimientos contra las costumbres corruptas: la figura de Jerónimo Savonarola, cuyo nombre llevo indignamente”.
Pier Giorgio combinó perfectamente el programa y las costumbres de la Orden Dominicana “contemplata aliis tradere”, pues en su vida diaria unió el Rosario, el Oficio de la Orden, con el servicio a los pobres, y su sola presencia daba un testimonio cristiano en todos los ámbitos en los que se encontraba, ya fueran sociales, familiares, universitarios e incluso políticos.
Como Santo Domingo, contemplativo en la acción y predicador del Evangelio en todo lugar y en toda situación, el Beato dio gloria a su Orden con toda la pasión y el orgullo de ser miembro de ella con toda su fe y todas sus fuerzas.
* Tomado del libro “Sulla via dell’amore. Studio su un carteggio di Pier Giorgio Frassati con un amico” (“Por el camino del amor. Estudio sobre una correspondencia entre Pier Giorgio Frassati y un amigo”) de Nicola Gori (Quaderni di Famiglia Domenicana)