1er Domingo de Adviento – 27 de Noviembre

1a LecturaIsaías 2:1-5
Salmo respomnsorialSalmo 122: 1-2, 3-4, 4-5, 6-7, 8-9
2a LecturaRomanos 13:11-14
AleluyaSalmos 85:8
EvangelioMateo 24:37-44

Las cuatro semanas de Adviento constituyen un tiempo de espera y preparación para la natividad de Cristo y su regreso en la segunda venida. La espera es un signo de esperanza. Esperanza de curación para un mundo roto que necesita ser arreglado. El mundo está roto porque aborrece la espera y prefiere las soluciones rápidas a los problemas que lo aquejan. Estas soluciones rápidas acaban por fracasar, perjudicando aún más al mundo.

El Mesías esperado da esperanza porque es el único capaz de arreglar nuestro mundo roto. Él es capaz de arreglar y reparar el mundo.

Un príncipe de la paz

La primera lectura de Isaías llama nuestra atención sobre una convivencia pacífica. “Convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas; una nación no levantará la espada contra otra, ni se entrenará para la guerra”. Por lo tanto, la paz no se consigue con guerras ni con la construcción de muros. Es un don de Dios, como encontramos en Juan 14:27 Nueva Biblia Católica (NCB). Sin embargo, la humanidad es libre de elegir si acepta este don o no. La mayoría de las veces, no se elige la paz, pero los frutos de no abrazar este don inestimable de la paz son los conflictos, la violencia, las guerras, la discriminación y sus consecuencias. 

El profeta Isaías habla a nuestro mundo roto instando a las naciones y a los gobiernos a convertir sus espadas en arados, sus lanzas en podaderas, sus presupuestos militares en presupuestos de desarrollo y el odio en amor. Aunque parezca difícil, esta transformación es posible por la gracia del Mesías, el Príncipe de la paz. 

Vigila mientras esperas

En el Evangelio, Mateo dirige nuestros pensamientos a “velar” mientras nos acercamos a la Parusía, porque el Señor vendrá en un momento que no esperamos. Por lo tanto, tenemos que velar y prepararnos. La espera puede parecer larga y tentar a la humanidad a desviarse, un camino peligroso. 

Un espíritu preparado y expectante inspira una cuidadosa observación de los tiempos. La preparación y la vigilancia se logran a través de la oración. Quien no vigila no reza, y quien no reza no vigila. La oración es un diálogo con Dios. La comunicación constante con Dios mantiene a la persona esperanzada y al mismo tiempo mantiene una relación con Él. Si el mundo vigila fielmente a través de la oración, la esperanza sustituirá a la desesperación y al miedo. 

Las guerras que presenciamos en el mundo son una reminiscencia de un mundo desesperado; un mundo que carece de la preparación para el Salvador, un mundo lleno de miedo, un mundo que corteja una actitud de autosuficiencia y bloquea al Mesías fuera de su matriz. Esta actitud intenta cortar de raíz la esperanza arrojando a la humanidad a la merced del miedo y la desesperación. 

El tiempo de Adviento es, por tanto, un tiempo para detener la guerra, la discriminación y abrazar a Cristo que todo lo abarca. Todos estamos llamados a esperar a Cristo, que cura nuestro mundo roto, porque la espera no es una pérdida de tiempo, sino el precio que pagamos por nuestra curación (Juan 5:3-Nueva Biblia Católica).

Tengan una espera expectante del Mesías durante este tiempo de Adviento, ¡no lo duden!

Una reflexión de fr. Emmanuel Mulu, OP
Vicariato de África Oriental-Kenia

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