El derecho a la vida, el respeto a la dignidad humana, la defensa de la familia ante el ataque ideológico que se viene perpetrando contra ella desde hace varias décadas, la promoción de la paz y la defensa de la libertad religiosa son algunas de las cuestiones urgentes que la Iglesia y la Orden tienen que afrontar hoy, haciendo escuchar su voz para restaurar la dignidad de la familia humana, observa Fr. Manuel Ángel Martínez Juan, OP, quien recibió el grado de Maestro en Sagrada Teología del Maestro de la Orden en 2023, en la siguiente entrevista concedida a los medios de Ordo Praedicatorum.
Magister in Sacra Theologia1
¿Qué significa para usted haber recibido el grado de Maestro en Sagrada Teología del Maestro de la Orden?
En primer lugar, quiero expresar mi agradecimiento más sincero por este reconocimiento inmerecido. Fundamentalmente significa para mí una responsabilidad y un compromiso con la misión intelectual de la Provincia a la que pertenezco y con la Orden en general.
En su opinión, ¿cuál sería la propuesta teológica actual de la Orden a la Iglesia y al mundo?
La Iglesia y la Orden tienen que seguir profundizando en la totalidad del mensaje cristiano para proponerlo de una forma que nuestros contemporáneos, creyentes o no, puedan acogerlo y hacerlo vida. Personalmente me he dedicado a estudiar la cristología de Santo Tomás de Aquino o algunos temas de mariología y teología espiritual, pero entiendo que hoy hay ciertas urgencias. Estas son tantas que no sabría cual priorizar. Comencemos por el derecho a la vida, tan pisoteado, sobre todo en la sociedad occidental; se trata de una urgencia clara que está en la base de otros muchos problemas. Tenemos que seguir esforzándonos por fomentar una cultura de la vida bien fundamentada teológicamente. Junto a ello está la gran preocupación por el respeto a la dignidad humana, sometida a una manipulación que no conoce precedentes en la historia, y basada en un mayor conocimiento de la psicología humana. Hay que volver a pensar teológicamente nuestra dignidad con todas las herramientas que nos proporciona la Revelación, la sabiduría teológica y la experiencia de casi dos mil años de cristianismo, así como el resto de las ciencias relacionadas con este tema o capaces de proyectar sobre él alguna luz. Si bien los principios teológicos son claros, sin embargo, también en nuestra sociedad la dignidad de muchas personas ha quedado rebajada por parte de ciertas ideologías. ¿Cómo hacer que la voz de la Iglesia se escuche para poder restaurar la dignidad perdida? El tema de la inmigración requiere también una respuesta teológica que tenga en cuenta todos los aspectos, tanto en el país de origen como en el país de acogida, atajando frontalmente el problema de las mafias que juegan, sin escrúpulo, con la vida de muchas personas. En él está comprometido también el tema de la dignidad humana. El tema de la familia no es menos urgente. El ataque ideológico que se viene perpetrando contra ella desde hace varias décadas, especialmente a través del cine y de la cultura ambiente en Occidente, es muy fuerte. Sin embargo, la familia sigue siendo uno de los pilares donde se asienta la sociedad, y el contexto ideal para que los niños puedan formar y desarrollar una personalidad sana y equilibrada. Hoy los problemas de equilibrio emocional, o simplemente mental, son alarmantes. Otro tema importante en el que siempre hay que seguir reflexionando es el de la paz. El contexto actual de guerra en diversos puntos del planeta, y la amenaza constante de un conflicto a nivel internacional, convierte este tema en prioritario. Cabe recordar aquí la labor tan encomiable del P. Pire, OP2, a favor de la paz después de la II Guerra Mundial. Algunas de sus iniciativas perviven todavía. Tuvo la lucidez de crear estructuras que perduraran en el tiempo, pues el trabajo por la paz así lo requiere. Otro tema importante es el de la libertad religiosa, que es otra de las realidades amenazadas, aunque la violación de este derecho fundamental raramente aparece en los medios de comunicación. Muchos cristianos viven su fe bajo la constante amenaza de muerte; otros muchos mueren víctimas del odio. El cristianismo es la religión más amenazada del mundo en este momento. ¿Cómo pensar esta realidad en la que está en juego la vida de tantas personas? En el contexto Occidental las amenazas contra la libertad religiosa son de carácter ideológico fundamentalmente, pero también aquí se hace difícil la confesión abierta y pública de la fe. El tema de la paz entre las religiones también debe ser tratado por la teología como una urgencia. Del diálogo con las distintas religiones puede depender esa paz. La mayoría de estos problemas caen en el ámbito de la moral. Esto nos hace pensar en la Escuela de Salamanca cuyos autores supieron estar atentos a los graves problemas morales que se planteaban en su tiempo y darles una respuesta intelectual convincente, capaz de hacer reflexionar, discernir y tomar decisiones. Su labor sigue siendo una fuente de inspiración en nuestros días a la hora de abordar los nuevos desafíos.
¿Cómo puede enriquecer a la Orden y a la Iglesia el camino sinodal que se está desarrollando actualmente?
Personalmente no he participado en los grupos sinodales de la diócesis donde resido. Por otra parte, he seguido los trabajos de las diversas fases realizadas hasta ahora a través de testimonios directos o de los medios de comunicación. Se trata de una iniciativa original que, en mi opinión, intenta subrayar una dimensión propia de la Iglesia, y buscar juntos las acciones que permitan poner en práctica esta dimensión o la toma de las decisiones oportunas para una vida eclesial cada vez más plena. Sin duda, la sinodalidad ha estado siempre presente en la vida eclesial, pero cada época tiene que vivirla en el contexto propio. Una de las riquezas que puede aportar el camino sinodal es la de ayudarnos a ahondar en el misterio de comunión que es la Iglesia, y a encontrar fórmulas para vivirla mejor. Nuestra Orden tiene una rica tradición en este ámbito, que se expresa en la celebración de los Capítulos, tanto conventuales como provinciales y de toda la Orden. A nivel interno, el camino sinodal puede ser una oportunidad para revisar el funcionamiento de nuestro sistema de gobierno y señalar aquellos puntos en los que sería mejorable, atendiendo siempre a la inspiración del carisma que recibió Santo Domingo. El camino sinodal es también una ocasión para reflexionar sobre la importancia de actitudes fundamentales para la convivencia y para compartir un proyecto de vida común, como es la escucha atenta y sincera, el compromiso responsable con la institución a la que pertenecemos, la mejora de la vida fraterna, el carácter testimonial de cada comunidad, etc. Hoy estamos experimentando en algunas partes una fuerte tendencia al individualismo y al aislamiento.
¿Cuál es su reflexión en torno al Jubileo de la Vida Consagrada?
Sinceramente no había reflexionado sobre ello hasta ahora. De modo general, un Jubileo es siempre un tiempo de gracia, de conversión y renovación para toda la Iglesia. Se llama «Año Santo», entre otros motivos, porque está destinado a promover la santidad de vida de toda la Iglesia. Ya el Papa Juan Pablo II en su carta Apostólica Novo millennio ineunte (6 de enero de 2001), habló de la urgencia de vivir la santidad, pues esta es la dimensión que mejor expresa el misterio de la Iglesia. La santidad es un mensaje elocuente que no necesita palabras; representa al vivo el rostro de Cristo. Los destellos de santidad encarnados en las personas que nos rodean son signos que estimulan nuestra esperanza. El lema que el Papa Francisco eligió para el Jubileo del 2025, “Peregrinos de Esperanza”, nos recuerda, por una parte, nuestro carácter de peregrinos, lo que nos debe llevar a un gran desprendimiento, y, por otra, nos habla de esperanza, esa virtud tan necesaria en todo tiempo, y especialmente en el nuestro. La carta del Cardenal João Braz de Aviz dirigida a los Consagrados y Consagradas propone como lema para el Jubileo de la Vida Consagrada “Peregrinos de esperanza, por el camino de la paz”, afirmando que la urgencia más importante de nuestro tiempo es la paz.
Y propone tres escenarios que tengan como telón de fondo:
- El compromiso con los últimos (escuchar el clamor de los pobres);
- el cuidado y custodia de la creación (tutela del medio ambiente);
- la fraternidad universal (solidaridad).
También en nuestra Orden podemos vivir, desde nuestro carisma, el compromiso con los últimos, lo que nos lleva a analizar nuestro estilo de vida. En este sentido las palabras de san Pablo siguen siendo orientadoras: «poneos al nivel de la gente humilde» (Rm 5,16). Conocemos el celo de Santo Domingo por la pobreza. El mensaje es creíble si el mensajero da signo de una cierta coherencia de vida con él. La vivencia sincera de la pobreza es una puerta que nos abre al mundo de los últimos. A esto hay que añadir otras acciones positivas a favor de los últimos, pero sin la vivencia de esta actitud, cualquier otra obra pierde fuerza. También el cuidado y custodia de la creación interpela nuestra vida consagrada. El trabajo por la fraternidad universal tiene que comenzar en el propio convento, con las personas con las que convivimos. Este es uno de los retos más importantes a nivel comunitario, y afecta a las futuras vocaciones. Los jóvenes se interesarán por nuestra vida si ven que en nuestras comunidades hay un esfuerzo por mantener vivo el espíritu fraterno. Pero todo esto no se sostiene si no existe una apuesta prioritaria por Cristo y por su Evangelio, con todo lo que ello implica.
Fr. Manuel Ángel Martínez Juan, OP
Fr. Manuel Ángel Martínez Juan, OP, nació en Acebes del Páramo (León), España, el 4 de noviembre de 1964. Ingresó en la Escuela Apostólica de La Virgen del Camino de León en septiembre de 1978, a la edad de 14 años, donde realizó los estudios de secundaria. Tomó el hábito dominicano el 11 de septiembre de 1982, en el convento de Santo Domingo de Caleruega, e hizo la primera profesión el 11 de septiembre de 1983. Es Doctor en Teología por la Facultad Pontificia de Teología de San Esteban (Salamanca), defendiendo la tesis en julio de 1999, con el título: La mediación de la humanidad de Cristo: Clave de lectura de la soteriología de santo Tomás de Aquino. Es Licenciado en Teología por la Universidad de Fribourg (Suiza) con la tesis Fundamentos para una cristología en la obra de Christian Duquoc, en 1991. Cursó los estudios de Teología en el Instituto de Teología de San Esteban de Salamanca. Cursó estudio de Filosofía en el Instituto Superior de Filosofía de Valladolid. Es Director de la revista de Teología mística Vida Sobrenatural desde el año 2001. Fue nombrado Presidente de la Facultad de Teología “San Esteban” el 19 de diciembre de 2008. Ha impartido cursos de Teología Espiritual y de Eclesiología en el Instituto de Teología de San Esteban. Ha impartido cursos de licenciatura en Eclesiología en la Facultad Pontificia de Teología de San Esteban de Salamanca. Ha impartido cursos de teología (antropología cristiana, cristología y mariología) en el Centro de Estudios Institucionales de Santo Domingo, en República Dominicana, y en la Universidad Iberoamericana UNIBE del mismo país. Desde 2013 ha impartido en DOMUNI cursos de Eclesiología y de Sacramentos y Misterios.
- Se trata de un título honorífico concedido por el Maestro de la Orden, siguiendo la recomendación del Consejo general conforme a algunos requisitos exigidos para la concesión del mencionado título. El título data de 1303, cuando el Papa de entonces Benedicto XI, dominico, creó este grado para que la Orden de Predicadores pudiera conceder la facultad de enseñar teología. Actualmente es un título honorífico y exclusivamente académico, pero es el reconocimiento más alto de excelencia en las Ciencias sagradas dentro de la Orden de Predicadores. ↩︎
- Fr. Henri Dominique Pire, OP, Premio Nobel de la Paz en 1958. ↩︎