El lunes 11 de febrero, durante el oficio de Laudes, el padre Guillaume Lefloc’h comenzó su noviciado dentro de la recién creada fraternidad sacerdotal dominicana en el monasterio de Beaufort.
El ritual de entrada al noviciado expresa el deseo de entregarse más a Dios para cuidar del prójimo en la familia de Domingo. En el compromiso de vivir como sacerdote de la diócesis de Nantes, hay un deseo de prestar especial atención al estudio, la contemplación y la predicación como heredero de Santo Domingo.
El proceso vivido en el coro de la capilla de las monjas frente al prior del convento de Rennes dio un nuevo sabor al mensaje de la Orden para los presentes. Algo del espíritu de Domingo se hizo presente. Las profesiones hechas por las hermanas, por mí como prior de una comunidad de hermanos, en presencia de un miembro de las fraternidades laicales, fueron actualizadas por este deseo del Padre Guillaume. Sí, después de muchos años en la Orden, el deseo de entregarse por amor a Dios y a los hombres sigue habitando hoy en el corazón de los hombres y de las mujeres. Y la Orden es esta inmensa familia dentro de la Iglesia, rica de todas las vidas entregadas por los santos reconocidos y celebrados en el pasado y hoy en todos los continentes.
Casualmente, entramos en el noviciado el día en que recordamos al beato Réginald d’Orléans. Réginald contribuyó activamente a los inicios de la Orden y, más de 800 años después, sigue actuando según lo que Domingo dijo a sus hermanos: ¡os seguiré siendo útil en el cielo!
Otros sacerdotes están interesados en unirse a la fraternidad. Se están familiarizando con la Orden para madurar sus intuiciones. Recemos por ellos.
