Homilía de Fr. Clarence Marquez, OP

Jueves, semana 17ª del tiempo ordinario
Homilía del 28 de Julio de 2022
Jer 18,1-6; Ps 146; Matt 13, 47-53

fr. Narciso Estrella, O.P.

Consideren esto como “una predicación en tiempos de pandemia”, que es una corriente subterránea innegable que atraviesa nuestro Capítulo General de Definidores.
Como siempre, inhalamos el aliento sagrado (incluso a través de nuestras mascarillas), sacamos fuerzas y nos consolamos con las Escrituras. Y las lecturas del leccionario nos proporcionan metáforas que podrían aportar ideas e inspiraciones mientras discernimos colectivamente los dictados divinos para nuestra familia dominicana y el pueblo al que somos enviados a predicar.
La imagen de la “arcilla en manos del alfarero”, [היוצר בי ד כחמר] que nos ofrece el profeta Jeremías, encaja bien con la formación integral dominicana –desde la inicial hasta la permanente– que se ha mostrado como uno de los ejes de este Capítulo. Con nuestros 800 años de historia, nos damos cuenta de que los Capítulos Generales han sido instrumentos saludables para “tratar y definir lo que pertenece al bien de toda la Orden” (LCO 405). Sin embargo, el verdadero elemento para la permanencia y el sostenimiento de nuestra Orden y de nuestros capítulos es la presencia constante y efectiva de DIOS, el alfarero divino, en cuyas manos no somos más que objetos de arcilla; Él nos moldea y remodela constantemente, cada vez que no damos el resultado esperado, y nos convierte en “otro objeto tal como a él le parece. Como Orden viva y dinámica, permanecemos abiertos a la acción de las manos de Dios sobre nuestra vida y misión.

En el evangelio de hoy, las parábolas nos ofrecen conversaciones sobre la basileia ton ouranon [ἡ βασιλεία τῶν οὐρανῶν]. La “red que se echa al mar”, método de pesca preferido en la Galilea del siglo I, sugiere una pesca masiva. Se recoge tanto lo bueno como lo malo de la pesca, que luego se separa. Una lectura fácil consideraría los “peces” como personas, y simplificaría el criterio de separación en “buenos” [kαλά] o “malos” [σαπρὰ].

Pero ese es un asunto que está destinado solo a los ángeles, en el eschaton. Mientras tanto, la tarea de pescar, no sólo a las personas “buenas” y “malas”, sino también las experiencias “buenas” y “malas”, continúa, como nuestros Capítulos Generales, como las múltiples formas en las que hemos predicado, en las que hemos ejercido el ministerio, en las que hemos servido y dirigido a nuestras comunidades y al pueblo de Dios que se nos ha confiado. Que las redes que hemos echado sean oportunidades para aprender, para pescar “peces de todo tipo”, para recibir los dones de diversas culturas y perspectivas.

Por último, nos sentimos atraídos por la analogía del “escriba instruido [γραμματεὺς μαθητευθεὶς] en el reino de los cielos”, más literalmente, “un escriba que se ha hecho discípulo”. Que nuestro trabajo en este capítulo general produzca actas que reflejen y dirijan, aspiren y nos inspiren hacia el “verdadero discipulado del reino de los cielos”, extraído de los acervos de nuestras personas, de nuestras culturas, de nuestras tradiciones intelectuales, de nuestras experiencias contemporáneas, de “los sueños de los viejos y las visiones de los jóvenes”, de los inestimables “tesoros nuevos y antiguos” [θησαυρος καινὰ καὶ παλαιά].

Fr. Clarence Marquez, OP.

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