«No se aparte, sea parte»

La experiencia capitular de la Orden y la del Sínodo
Testimonio de Fray Carlos Alfonso Azpiroz Costa, OP, Arzobispo de Bahía Blanca (Primera parte de dos)

Fray Carlos Alfonso Azpiroz Costa, OP, Arzobispo de Bahía Blanca, Argentina, quien participó en los trabajos de las dos sesiones de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, nos presenta algunas perlas para la vida dominicana y sinodal en un amplio artículo que publicamos en dos partes. Sin embargo, puede leer o descargar el artículo completo aquí.

Primera parte

Meses después de la conclusión de la 2ª Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, todo lo vivido se ha ido rumiando y, sobre todo, quedan las imágenes más importantes, lo que perdura, más allá de lo anecdótico o lo que se olvida.

La perspectiva del tiempo y el espacio permiten entonces dar gracias a Dios, a la Iglesia, a todos aquellos que de alguna manera u otra han permitido que participara en este Sínodo sobre la sinodalidad (para expresarlo de una manera sencilla): la confianza de mis hermanos obispos de la Conferencia Episcopal Argentina, a la que correspondió elegir algunos de los “Padres sinodales”, y del Papa Francisco, a quien correspondió confirmar dicha elección.

La posibilidad de contemplar la obra del Espíritu Santo, definido de alguna manera por San Basilio Magno como la misma armonía, serena el alma dejando atrás el nerviosismo propio de cada intervención personal y de una escucha a otros miembros del sínodo, que podía haber sido más prevenida en un comienzo y fue mucho más contemplativa después. ¡Gracias a Dios!

Si la Asamblea de 2023 puso su énfasis en lo que solemos llamar el status quaestionis, la segunda sesión aportó una mayor confianza, apertura de mente y corazón para regalarnos una, digamos, «vía resolutiva» con indicaciones muy concretas que pueden ser una guía para la misión de las Iglesias, en los diversos continentes, en los diferentes contextos.

Los expertos, participantes o no en las dos Sesiones, regalaron, y continúan ofreciendo muy profundos análisis del Documento final ¡Porque esto –en cierto sentido- recién comienza!

Ha sucedido de alguna manera como ocurre en los Capítulos generales que en la vida de los frailes de la Orden de Predicadores se reúnen cada tres años (si bien la periodicidad ha cambiado a lo largo de los más de 800 años de la confirmación de la Orden). Al comenzar cada uno de ellos; al escuchar las primeras intervenciones (en comisiones o reuniones plenarias), todos nos preguntamos ¿por dónde irá la reflexión?, ¿cuáles serán las conclusiones acerca de tantos y tan variados temas? A veces incluso, no faltan los frailes que susurran. ¿Adónde iremos a parar?  ¡Algunos se preguntan ciertamente si saldrá algo en limpio ante el aparente desorden de propuestas, discusiones, puntos de vista, etc.!

No puede ser de otra manera. Todo lo que hace a la vida de la Orden en todo el mundo es materia de total reflexión, de un discernimiento total, y finalmente de toda definición, legislación en el sentido más amplio y análogo del modo de nuestro modo de ser y decir:  constituciones, ordenaciones, recomendaciones, admoniciones, sugerencias, invitaciones, etc.

En cada Capítulo, especialmente los “Generales” (que exige y expresa ciertamente este “caminar juntos” propio de la sinodalidad), ¡somos muchos, todos muy distintos, venidos de muy diversas partes del mundo!… ¿Qué podremos decir de nuevo sin romper la unidad o “unanimidad” misma de la Orden en su tradición y permanente novedad? (la unanimidad propia de la Palabra: tener un solo corazón y una sola alma hacia Dios).

Poco a poco, en el paciente diálogo, en la presentación de las conclusiones, la necesaria poda, corrección o enmienda de textos, la aprobación final, volvemos a descubrir que –en efecto- ¡el Espíritu Santo es armonía! También volvemos a confirmar el necesario consuelo, promesa de Santo Domingo a sus frailes que lloraban su inminente partida: les sería más útil cuando muriera, de lo que fuera en vida… ¡y así es!

Permítanme usar el ejemplo que todos conocemos de nuestro modo de vida local, provincial y general o universal para contemplar, intentar comprender y rumiar lo que vivimos en el Aula Pablo VI, aunque a partir del año 2021 ya lo hemos podido experimentar de diversas maneras a nivel de toda la Iglesia.


No me he ido de la Orden, pero creo que la primera “postal del alma” que quisiera destacar –después del modo de ser y gobernar de la Orden- es la experiencia de escuchar a uno de nuestros hermanos y su contribución al “Sínodo de la sinodalidad”. No es el mero azar, ni el resultado de un sorteo, ni creo que sea fruto de compromisos o pactos de salón, ser testigo de la presencia y predicación (él era “Asistente espiritual” o algo así y no “Padre sinodal”, técnicamente hablando). Me refiero a nuestro muy amado Fray Timothy Radcliffe, OP.

Su presencia y predicación, repito, puede manifestar todos los ritmos más profundos de nuestra vida y misión: contemplar (escuchar a Dios y a los hermanos; verlos y presentarlos a Dios; hablarle a Él de los hombres y mujeres de nuestro tiempo) y dar a los demás el fruto de lo contemplado (predicar, hablarle de Dios a los hermanos; hablarles de lo que Dios obra en ellos).

Meses después de concluida la segunda sesión (sábado 26 de octubre de 2024), creo que tanto en los retiros previos a ambas sesiones (2023 y 2024) como en sus reflexiones durante el desarrollo de las mismas, sin participar directamente en algunas de las 37 mesas de trabajo, su palabra ha indicado pistas claves para comprender lo que hoy tenemos en las manos y el corazón: las Conclusiones de 2023 y el Documento final de 2024.

Considero que los títulos de cada “capítulo” del Documento final y las mismas referencias a las apariciones de Jesús Resucitado (tejido de sus palabras), rescatan lo esencial de esa predicación. El documento –digamos- se ha inspirado de alguna manera en el ritmo de esa predicación, ha recibido de un modo incisivo las intuiciones que nuestro hermano ha ido desgranando, como semilla en un terreno que considero, gracias al laboreo de la primera sesión (2023), apareció más fértil en la segunda (2024).

Con esta suerte de prolegómeno, puedo intentar garabatear alguna respuesta a las cuestiones propuestas ¡sin pretender hacerlo exhaustivamente! Al contrario, la experiencia capitular de la Orden y la de este Sínodo me permiten balbucear algo que pueda ser útil a quien tenga la paciencia de leer o escucharme.

No dejo de recordar (vivía aún en Roma, en Santa Sabina) el discurso del Papa Benedicto XVI –Salutación Navideña a la Curia Romana- del 22 de diciembre de 2005. La fecha no es difícil de retener: la del 789º aniversario de la confirmación de la Orden de Predicadores por el Papa Honorio III. Entre los temas que el Papa abordó ante su Curia, subrayó el de la “hermenéutica del Concilio Vaticano II al haberse cumplido, en aquellos días, el 40º aniversario de su solemne clausura (8 de diciembre de 1965)”.

Me refiero específicamente a lo que él definió como “la hermenéutica de la reforma en la continuidad y no en la ruptura”. Se trata de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino.

Para muchos, en efecto, el Concilio significó una “ruptura” con lo anterior. Porque se había roto con la tradición previa. Claro, unos se alegraban precisamente por ello, pues ¡todo era nuevo por donde se lo viera y esa ruptura total era muy esperada, halagüeña, necesaria!; otros, al contrario, lloraban por los tiempos idos y condenaban el Concilio por haber causado esa ruptura.

Mientras, el magisterio posconciliar continuaba con paciencia y esperanza, ayudando a la reflexión y asunción real de la profunda reflexión conciliar, es decir, sinodal.

Creo que estas lamentaciones, arriba citadas muy someramente, aún perduran. Baste, para expresarme mejor, citar la Exhortación Gaudete in Domino de San Pablo VI (del 9 de mayo de 1975, ¡Año Santo!). Pienso, como ejemplo en el n. 74: ¡Que nuestros hijos inquietos de ciertos grupos rechacen pues los excesos de la crítica sistemática y aniquiladora! Sin necesidad de salirse de una visión realista, que las comunidades cristianas se conviertan en lugares de confianza recta y serena, donde todos sus miembros se entrenen resueltamente en el discernimiento de los aspectos positivos de las personas y de los acontecimientos. «La caridad no se goza de la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Lo excusa todo. Cree siempre. Espera siempre. Lo soporta todo» (1Cor 13,6-7).


Fray Carlos Azpiroz Costa, OP (Buenos Aires, 1956), hijo de la hoy Provincia de San Agustín en Argentina y Chile, estudió el doctorado en Derecho Canónico en el Angelicum. Fue Maestro de la Orden entre 2001 y 2010 y es actualmente Arzobispo de Bahía Blanca, Argentina.

Left / Button

Datos de Contacto

 Piazza Pietro d'Illiria, 1 | 00153 Roma | Italy

 info@curia.op.org

 +39.06.579401

Red social

Right / Button