Tultenango, sábado 23 de julio de 2022
Homilía de fr. Oscar Guayán, OP.
Hermanos y hermanas, en la parábola del Evangelio que ha sido proclamado, los criados se muestran muy preocupados por la suerte de la buena semilla que su amo ha sembrado si se deja crecer junto con la cizaña. Les preocupan los resultados de la cosecha. Sin embargo, su amo los detiene en su afán de querer arrancar la cizaña, les pide ser prudentes, actuar con cautela, pues en su afán pueden echarlo todo a perder. “Déjenlos crecer juntos hasta la siega”.
Jesús, al proponer esta parábola no está queriendo decir que se deba permitir que crezca el mal en el mundo, ni mucho menos que no sea necesario hacer algo para contrarrestar el mal. Por el contrario, Jesús quiere afirmar la importancia de actuar de la manera correcta, en el momento más adecuado. No todo se puede solucionar inmediatamente, ni todo depende tan solo de nosotros mismos o de nuestro esfuerzo. Quizás el tema principal de la parábola no sea el trigo y la cizaña, sino la paciencia de Dios. El Dios compasivo es siempre el Dios paciente, el Dios que da tiempo.
El Maestro de la Orden, Fr Gerard nos ha propuesto en la presentación de la relatio que vivimos un tiempo de cambios, de oportunidades y de esperanza. Pero también nos ha formulado a los capitulares varias preguntas para aclarar cuáles serían los pasos y cómo trazar los caminos para poder avanzar a la meta. Todo cambio implica tiempo. Muchas veces quisiéramos que los cambios y las propuestas de transformaciones en nuestra vida personal, en la vida de nuestras comunidades, de la Provincia y de la Orden sucedieran rápidamente. Muchas veces uno se pregunta: ¿por qué debemos insistir tantas veces en las mismas cosas? Es entonces cuando debemos recordar que la paciencia y el tiempo permiten conseguir logros mayores que la fuerza o la pasión; que la insistencia también es una forma de acción y, que cada peldaño es soporte e impulso para el siguiente. En este tiempo de cambios que estamos llamados a asumir con responsabilidad tal vez debamos tener presente que muchas veces en el camino no se puede cambiar la dirección del viento, pero si se puede ajustar las velas para llegar siempre al destino, que el camino es el que nos enseña la mejor forma de llegar y nos enriquece mientras lo estamos recorriendo. Roguemos al Dios paciente y misericordioso para que la esperanza fortifique sólidamente nuestra fe, y así esperar como predicadores que hacen propio el deseo de Dios de hacer que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad plena. (1 Tm 2,4).
Fr. Oscar Guayán, OP
