El largo epílogo de este verano ha visto la continuación de una joven tradición que involucra la totalidad de la presencia dominica activa en el territorio nacional. Los frailes estudiantes de la Orden de Predicadores de las tres Provincias religiosas italianas, dedicadas respectivamente a santo Domingo de Caleruega, a santa Catalina de Siena y a santo Tomás de Aquino, se han encontrado a las afueras de Roma para tener una semana de retiro espiritual en preparación del año académico entrante. Iniciada el pasado otoño en el monasterio de Bose, esta ocasión de encuentro anual continúa demostrando su valor no solo a nivel espiritual, sino también favoreciendo la amistad y la colaboración futura entre nuestras Provincias.
Las profundas meditaciones propuestas por fray Serge-Thomas Bonino, OP, verdadero motor de esta fraterna inmersión en la interioridad de nuestra vida espiritual, han sido acompañadas por la visita del Maestro de la Orden de los Frailes Predicadores, fray Gerard Francisco Timoner III, OP, en sus momentos iniciales. En la tarde del 18 de septiembre de 2023, en la sala de conferencias puesta a disposición por la “Casa per Ferie M. D. Barbantini” en Roma, el Maestro de la Orden se ha encontrado por primera vez desde hace decenios con todos los frailes estudiantes y los formadores dominicos italianos al mismo tiempo y ha aprovechado la ocasión para dirigirles una breve pero evocadora reflexión sobre la peculiaridad de nuestra vocación.
Recordando la situación actual del predicador, que a menudo tiende no a ir en busca de la famosa “oveja perdida” sino a recuperar casi todo el rebaño, el Maestro ha subrayado el verdadero y auténtico fin de la evangelización: la conversión sincera a Jesucristo. El primer destinatario es el mismo predicador, el cual está llamado cada día a buscar y profundizar una comunión con Dios que sólo puede ser trasmitida si antes ha sido adquirida.
Buscando identificar la peculiaridad de la predicación dominica, fray Gerard se ha servido de dos célebres imágenes evangélicas poniéndolas, no sin cierta originalidad, en una doble relación de continuidad y ruptura recíproca. De hecho, el anuncio del Evangelio puede ser relacionado tanto con la figura del pastor como con la figura del pescador. Si, por un lado, las dos hacen referencia a una actividad común, es decir, conducir cada hombre a Cristo, por otro lado, se distinguen por una actitud diferente. En efecto, el pastor es más pasivo, concentrado en el cuidado del rebaño con inspiraciones parentales. Su deber es garantizar un camino seguro y próspero para las almas que, habiendo sido ya tocadas por la Verdad, si no fuera por él, estarían en peligro de perderse. En cambio, el enfoque del pescador es diferente: es un cazador, alguien cuyo acto prevé una cierta agresividad y cuyo fin es una captura que separa al pez de lo que le es familiar. La imagen que comunica no es la del cuidado paciente, sino el vivo retrato de alguien que no duda en usar todo esfuerzo o astucia para liberar a los hermanos y hermanas de la oscuridad de las aguas en las que viven. El pescador lleva la muerte, es decir, el final de una existencia sin Cristo, pero de esa muerte hace emerger una vida nueva, tan inesperada como llena de luz.
El fraile predicador es ante todo un pescador y sólo en un segundo momento, pastor. Ya sea la vida común regular como su empeño en la oración y en el estudio encuentran su sentido y fin último en llegar a ser instrumentos de aquella pesca divina que salva tanto al pescado como al pescador. El dominico vive siempre en esta tensión, en esta propensión a irrumpir en la vida de los hermanos y hermanas con toda la violenta y sublime atracción del Evangelio de Cristo. Pero también es un humilde trabajador, precisamente como el pescador. También el predicador trabaja sin garantías de éxito, dependiendo siempre de factores que están fuera de su control. Conoce muy pronto la frustración que nace de la libertad de los demás, de aquel derecho garantizado por Dios mismo, por el cual todo ser humano puede decir que no incluso al más refinado de los anuncios.
La invitación que el Maestro de la Orden ha dirigido a los frailes estudiantes ha sido la de orientar su maduración espiritual tanto a la valiente labor de su ministerio de anunciadores del Evangelio como a una fraternidad que es medio y apoyo para esta ardua pesca. Bajo esta perspectiva, es posible leer su calurosa invitación a reforzar los vínculos de amistad que superan los confines, a veces demasiado cerrados, de nuestras respectivas Provincias para construir sobre la inspiración común y el afecto recíproco una identidad realmente universal.
Comprometiéndonos a seguir sus sabias recomendaciones, nosotros, los frailes predicadores italianos, encomendamos a la intercesión de la Bienaventurada Virgen María y de santo Domingo las intenciones y los proyectos de fray Gerard, con la certeza de la amorosa constancia de su protección.