Primero de todo quiero agradecer al Sto. Padre por esta carta a toda la familia dominicana. En ella nos anima y nos impulsa a vivir más intensamente nuestro carisma dominicano, – en mi caso – como monja de vida contemplativa.
Nuestro Padre santo Domingo era, sobre todo, un hombre de oración y de contemplación. En aquel tiempo él veía la importancia de la oración y creía que la fuerza de la contemplación y de la vida oculta podrían salvar a las almas que vivían en las tinieblas de la herejía. Por eso fundó primero un monasterio de vida contemplativa en Prulla como apoyo para su vida apostólica. Y a la vez, “su celo por la salvación de las almas lo llevó a formar un cuerpo de predicadores comprometidos, cuyo amor por la sagrada página y cuya integridad de vida pudieran iluminar las mentes y encender los corazones con la verdad vivificante de la palabra divina”.
Es bien impresionante el fervor de santo Domingo por la oración. El dedicaba toda la noche a hacer oración. Los ¨Nueve modos de oración¨ son una herencia muy grande para todos sus hijos: la inclinación, la postración, la genuflexión, orar con las manos como escucha la Palabra de Dios, los brazos extendidos, las manos levantadas en forma de flecha, etc. Estos gestos son la expresión de su amor hacia Dios y del fervor por la salvación de las almas. Cuando uno se enamora de Dios y experimenta su gran Amor, no puede menos de expresarlo, y ponerlo en acción.
Cuando yo tenía unos 15 años, fui a un templo budista. Nosotros como tenemos cultura oriental el budismo está muy metido en nuestra historia. Allí fuimos de excursión todas las chicas del colegio. Siendo yo católica desde mi nacimiento, nunca había visto el culto de los budistas, pero aquel día vi allí a una compañera de nuestro salón que oraba con gestos en el templo: ella estaba de pie con las manos juntas. Abría las dos manos extendiendo los brazos a ambos lados. Hacía un círculo grande y otra vez juntaba las manos. Se ponía de rodillas. Su cabeza tocaba casi el suelo y las palmas de las manos hacia arriba. Parecía como si estuviera ofreciendo todo su ser.
Al ver estos gestos me daba una impresión tan grande… Aunque no era budista me daba respeto su culto y me di cuenta que en el alma del hombre hay espíritu religioso y una búsqueda de Dios.
Actualmente, en Asia existen varias religiones, diferentes culturas y situaciones: Están los países en que surgen muchas vocaciones sacerdotales y para la vida consagrada. Sin embargo, hay otros que niegan a Dios y lo persiguen de manera directa e indirecta. Hay hombres que persiguen a otros en nombre de Dios. Hay conflictos, hay sufrimiento a causa de la dictadura. Hay almas que nunca han escuchado el nombre de Jesús y siguen a un dios extraño.
Si hubiese vivido santo Domingo en este tiempo y visto las circunstancias de Asia, ¿qué habría hecho? Esto que el Papa dice en la Carta: “Su testimonio de la misericordia de Cristo y su deseo de llevar su bálsamo de curación a aquellos que experimentaban la pobreza material y espiritual había de inspirar la fundación de su Orden y dar forma a la vida y el apostolado de incontables dominicos en diversos tiempos y lugares”. Creo que los hijos de santo Domingo están prolongando su misión hasta ahora. Y a nosotras, como monjas contemplativas, nos toca la misión de oración e intercesión que nos dejó en herencia con tanto fervor Sto. Domingo. Quisiéramos prolongar sus nueve modos de oración, sus vigilas, su penitencia, sus gritos, su llanto, sus lágrimas, abarcando en nuestros corazones todos los problemas de Asia y a los dominicos que trabajan en tierra de misión.
De nuevo agradecemos al Santo Padre su carta y le decimos que está muy presente también él en nuestra oración.
Sor Rosa Mª LEE, O.P.
Monasterio Madre de Dios
Seoul, Corea
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